El Líbano

Del Líbano y sus tradiciones milenarias habrá mucho que decir. También de su vecina Siria, tan ligada a la historia milenaria y reciente del Líbano; región con ciudades habitadas desde hace cinco mil años, como Biblos, Sidón y Tiro en la antigua Fenicia; y Damasco, Palmira y Aleppo, en la vieja Siria de los tiempos bíblicos. De Jordania, de los antiguos edomitas, moabitas, y nabateos que labraron en la piedra de la montaña la extraordinaria Petra, ciudad labrada en piedra. Las arenas del desierto saudita y la magnificencia de los imperios surgidos de la conquista árabe del Siglo VII y VIII ¡Es una pena pensar que hoy día Siria es un país casi, totalmente, destruido! Image

Nuestra estancia en el Líbano

Viajar al Medio Oriente, es adentrarse en las historias anónimas de Las mil y una noches; es irnos a nuestra juventud, a nuestras primeras lecturas, es recordar aquella recopilación de cuentos orientales de la Edad Media en la que echábamos a volar nuestra imaginación y dábamos vuelo a nuestras fantasías leyendo las aventuras mágicas de Aladino y su lámpara maravillosa, Simbad el Marino y, Alí Babá. Lecturas que no eran otra cosa que historias de genios, aventuras en lugares para nosotros legendarios; fantasías que nos llevaron a oír de Siria, Aleppo y  Damasco.

    El Líbano, es atravesar el Mediterráneo, desembarcar en el imperio comercial de los fenicios, es llegar al cruce obligado de todas las grandes culturas del Medio Oriente como la caldea,  la hitita, la asiria, y de paso de los Cruzados europeos que vinieron a expulsar musulmanes de los sitios sagrados del judaísmo y del cristianismo en Palestina con la ayuda de los cristianos sirios y libaneses. Es partir del tercer milenio antes de Cristo. Es dejar Occidente y adentrarse en el Oriente Próximo donde realmente empieza la civilización sumeria y después la caldea.

    También, es recordar el legado del Imperio Romano de Oriente y de su mejor aportación al mundo,  que fue Bizancio y su impresionante expansión de la cultura helénica que llegó hasta la India. Sin embargo, de la grandeza otomana, surgida de las cenizas de Bizancio, se proyecta  la actual personalidad de toda esa parte del mundo del Medio Oriente; uniformado en costumbres, religión mayoritaria, y comidas que aunque originarias del Cercano Oriente, llevan el distintivo del gran imperio de los turcos. Un imperio asiático que abarca una gran parte de la propia  Europa del Este, incluyendo Grecia la cuna de la civilización occidental,  profundamente otomanizada, acercando a su sociedad  más a la del Líbano que a la de Francia.

    El arribo a Beirut fue una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido en mi vida. Fue una mezcla de extrañeza con cierta  familiaridad. En ese encuentro de una mexicana con el pueblo libanés, se percibe y se siente la gran similitud de sentimientos, enfoques y valores, desde que uno camina por aquellas calles y veredas, y recorre sus pueblos ancestrales de la montaña, cuna de la moderna cultura del Líbano. Mercados que huelen a olores que conocemos desde tiempo atrás, rasgos físicos de la gente que no nos son ni desconocidos ni ajenos, aunque sea nuestro primer contacto con ellos en su propio territorio y no en el nuestro. Lo caótico de lo  urbano, los rumores y el juego social cotidiano de las críticas y los juicios velados entre las familias, el afán que los impulsa a proyectar a costa de lo que sea, una cara próspera y exitosa para ganar del otro su respeto.

     No obstante, sabemos que no estamos en Latinoamérica, sino en tierras supuestamente exóticas del mundo árabe, envueltas en una historia de invasiones culturales que han ido y venido; misterios a veces inexpugnables de lo político mezclado con las religiones; equilibrios sociales y políticos producto del sinfín de luchas intestinas, o de batallas libradas en ese mismo territorio.de verdades ocultas y de realidades que nunca se conocen a ciencia cierta, por más que se les escudriñe.

    Es el Líbano, cuyo nombre tiene que ver con lo blanco de las cumbres de Monte Líbano, un país muy pequeño, cuya población no llega a 4 millones, ya que la mayoría de los libaneses del mundo viven en el exilio; y para esa diáspora el Líbano se ha tornado en  una leyenda y en un Edén, al que algún día volverá el que se fue.

    La mayoría nunca vuelve y, curiosamente, a diferencia de otras nacionalidades, sus hijos pierden por completo el idioma, lo que hace que para la segunda generación,  nacida en nuestros países de América, ya sean ajenos al modo de vida libanés. Todavía la primera generación mexicana busca a la pareja con la que va a procrear su descendencia en el país de origen de sus padres. En el caso del varón todavía atiende los consejos de su madre para hacer la elección de la mujer de su vida, controlando sus  emociones juveniles y casándose con mujeres jóvenes, siendo ellos ya maduros. Es decir, el libanés difícilmente acepta –como el judío o el armenio-sangre extranjera en su descendencia.

    El éxodo libanés es intermitente y contrasta con la incapacidad que muestran allá, para conciliar intereses políticos y religiosos; con la enorme capacidad del emigrante libanés en nuestros países para aprovechar los recovecos políticos de toda clase como los que encuentran en México y en Brasil, sus más afines, como antes lo expresaba.

    Es el libanés la nueva encarnación del comerciante fenicio tenaz y emprendedor, que no produce pero comercia con todos los productos fabricados por otros pueblos. Así en la antigüedad, prácticamente monopolizaban comercialmente  la Cuenca del Mediterráneo; y,  ahora en nuestros días, se convierten en la primera minoría comercial en el Canadá, y en el monopolio telefónico más grande del mundo en México.

     Son amantes de su café, y viene a mi mente el viejo Beirut, con sus grupitos de viejos libaneses tomando café sentados en pequeños bancos a la puerta de sus negocios y jugando backgammon. Su comida libanesa-otomana, ha proliferado alrededor del orbe al punto que en cualquier ciudad del mundo se puede saborear la mezza árabe, de donde viene nuestra palabra mesa en lugar de tavola (italiano), o table (francés), que es la verdadera palabra de origen latino; habiéndonos quedado solamente con la palabra tabla, como el material para fabricar la mesa. Igual nos pasó con la palabra aceite, de rancia raigambre árabe, en vez de oleo o huile, que debería ser nuestro vocablo latino. Hay que recordar que 6% del castellano proviene del árabe y sus ocho siglos de dominación de la Península Ibérica.

    Todos hemos saboreado el humus de garbanzo o de berenjena, el falafel o la pastelería bañada en agua de azahar o cubierta de pistache. En el Líbano, a esos platillos o botanas se les agrega una decena o más que van, entre otros,  desde pajaritos fritos, tripas de borrego rellenas, ensalada con queso añejo, ensalada de perejil (taboule), aceitunas exquisitas no procesadas industrialmente, sino resquebrajadas y puestas en toneles con agua de mar. Después viene el o los plato(s) fuerte(s) para los que ya no hay estómago.

     La familia como eje rector

    El libanés compone su tejido social de valores sólidos, enraizados en la historia que trató de hacerlos perder su identidad y no lo logró. La familia es muy respetada; la religión es medular entre ellos, la Patria ocupa un lugar preponderante en su historia personal. La ley responde a esos valores, sean los cristianos, los musulmanes, o los drusos cuya religión es  una derivación del Islam separada del cuerpo doctrinario principal en el Siglo XI de nuestra era.

    La madre es el centro de la vida familiar, es siempre figura de respeto y protección al punto que el hijo mayor tiene siempre la responsabilidad moral de ella. Varios de esos hijos salen de Líbano a trabajar en el exilio y a ahorrar al costo que sea, para que llegado el momento, vuelvan al terruño a ocuparse de los padres sin protesta alguna y al cien por ciento de dedicación.

    La casa familiar, es familiar y no de uno de sus integrantes, por lo que tampoco puede ser reclamada por alguno de los hijos como parte de su herencia. Se convierte en casi un templo, nunca se vende ni se enajena, se conserva por generaciones en el pueblo del cual es originaria la familia. Ahí se nace, se procura crecer, y morir. En ese pueblo se mantiene el libro de familia donde se registra el nacimiento, el casamiento y la muerte. No es pues solamente  el lugar de reunión, sino la casta de la familia de la cual se deriva apellido, origen, religión,  y el llamado estatuto personal. Es decir, la legislación que se aplicará en caso de conflicto, al tratarse de un cristiano, un chiita, un druzo o un sunita.  La hija soltera o viuda, el hijo que pierde el trabajo o la suerte no lo favorece, saben que su casa siempre lo está esperando para apoyarles con un techo y un huerto. Ahí siempre habrá comida para compartir con familia, parientes y amigos. La hospitalidad es un deber y no solamente un placer.

    La religión como factor de separación

    Los aspectos religiosos han marcado el rumbo de esas tierras a través de su historia, sus ideas religiosas los unen, los separan, los violentan, los distinguen, los caracterizan. Beirut es una ciudad de montaña frente al Mediterráneo. Es una ciudad dividida por sus creencias. Es un centro urbano rodeado de pueblitos de montaña, siempre caracterizados por su religión.

    En Beirut, se habla entre líneas cuando atisba la religión  porque todos conocen a fondo los secretos que nadie delata. Si se ubica uno  por la parte sur (musulmana) de la ciudad y se pretende tomar un taxi para ir al norte cristiano, el chofer del taxi arguye no tener suficiente gasolina. Si en una cena o comida atisba el tema de que en el ágape no hay amigos del otro lado, todos te ven con cierto reproche que toma la forma de asombro e incredulidad;  y si vas más allá te dicen que tienen muchos amigos musulmanes. Insistes en que en la reunión no ves tapadas, es decir con el velo islámico, entonces voltean a su alrededor sorprendidas como buscando y te dicen ¡fíjate no lo había notado!

    Cuando hablan de su guerra intestina, te dicen antes de los eventos; después de los eventos y durante los eventos. La palabra guerra no es de buen gusto pronunciarla. Es decir, la razón fundamental de estas divisiones, es la creencia religiosa que marca la vida diaria, hace que las mentes respectivas visualicen modelos de país diferentes. Los musulmanes aspiran a tener repúblicas teocráticas; y  los cristianos una república tipo occidental, pero en donde de cualquier manera predominen las diferencias de clases. Por su parte,  los drusos se acomodan en épocas de bonanza con los cristianos, y en épocas de guerra y conforme les implique supervivencia, con los musulmanes.

    Nosotros llegamos en noviembre de 1996. La guerra había terminado en 1990, pero las desconfianzas religiosas marcaban nuestro diario vivir. Los diplomáticos occidentales y los latinoamericanos solamente teníamos acceso a la comunidad cristiana, cuyo idioma utilizado era el francés, tanto  en los negocios como en la amistad formal. Era también el idioma de  la comunicación verbal y escrita con los funcionarios de gobierno, con los universitarios y la burguesía en general. Los musulmanes eran más esquivos y se movían con los diplomáticos de países islámicos. Su idioma con los extranjeros era el inglés y poco asistían a los eventos de los países no musulmanes, salvo a las recepciones de la fiesta nacional.

    Hay que recordar también que en ese tiempo tan cercano, el Parlamento no estaba conformado por miembros de partidos políticos, sino que los diputados provenían de las diversas facciones religiosas y, conforme a los Tratados de Taif negociados bajo la égida de Arabia Saudita, el primer ministro era siempre un sunnita, el presidente del Parlamento tenía que ser un chiita, y el presidente de la República con poderes limitados, representaba a los cristianos cuyos números menguaban día, mientras que los de los chiitas más radicales se incrementaban No se lograba alcanzar un consenso respecto a convocar un censo para actualizar las cifras, ya que los cristianos impugnaban la posibilidad de que quedara al descubierto que de mayoría habían pasado a minoría absoluta. En los hechos era claro quienes mandaban y quienes eran ya la mayoría.

    La Reconstrucción del Líbano

    A nuestra llegada al Líbano, a finales de los años 90 el centro de la ciudad de Beirut, y naturalmente muchos de los pueblos de la montaña, estaban en ruinas. Para el año 2000,  el primer cuadro se había renovado totalmente y volvía por sus fueros occidentales; con buenos restaurantes, tiendas de lujo y un urbanismo de calidad. El palacio del primer ministro era una belleza; las calles, los monumentos, y los sitios arqueológicos fueron rescatados con imaginación y elegancia, y  Beirut resurgía como la ciudad mediterránea más que árabe que antes fue.

     El famoso Hotel Fenicia de la época dorada resurgió con su reconocido lujo oriental. Lástima que años después la aviación israelí volvió a destruir valiosa infraestructura y a aterrorizar a la población con sus bombardeos urbanos como recordatorio al gobierno libanés de que tenía que someter a la guerrilla de Hezbollah, clasificada como partido político en Líbano y como grupo terrorista por Occidente y también por Israel.

    Me encantaba ir a las tiendas de artesanías que vendían artículos de tela combinados con adornos de metal; así como mantelería bordada del  tipo damasquino verdaderamente maravillosa, batas de vestir, servilletas, portapañuelos deshechables, bolsas y bolsitas para organizar el bolso de mano, plumas y cosméticos; carteras, libretas forradas de telas y pasamanerías, álbumes para fotografías, carpetas, cortinas, colchas, bufandas, mascadas y todo lo necesario para vivir lleno de detalles de buen gusto. Era tal la variedad y la calidad que uno podría pasarse hasta 4 horas, sin exagerar, observando y escogiendo lo que se iba a comprar.

    En el Beirut moderno  conocí la casa más hermosa y sofisticada que he visto. De un rico comerciante que cuando nosotros ya habíamos dejado Beirut llegó a ser un alto funcionario del gobierno. Al entrar a la mansión había un vestíbulo donde solamente lo adornaba un reloj proyectado en la pared que marcaba la hora, la fecha y el día. Pasamos a la siguiente sala y había muebles muy modernos entre ellos una bellísima silla de Mimie Mouse de algún diseñador muy exclusivo. Luego un salón en donde había 4 juegos de sala en brocados blancos y pasamanerías metálicas en colores crudos. La cena servida a diez mesas, todas ellas con las vajillas más sofisticadas de Europa, con adornos de porcelana de colección, y un menú digno del mejor restaurante de Francia. A mí me tocó una vajilla Villeroy&Boch, en colores azules,  los manteles rebordados en hilos de seda repitiendo el diseño de la vajilla, copas de cristal de bohemia y cubiertos de Christofle. La Fue tanta la sofisticación y belleza que aprecié en aquellos tejidos que pregunté en dónde harían esas bellezas y de inmediato tomé todos los datos necesarios para, al día siguiente, visitar aquel lugar en donde manos libanesas hacían aquellas preciosidades. Encontré el sitio y me quedé maravillada de aquellos cordones, rosetones y colgajos llenos de pompones que adornaban muebles y cortinajes. Uno escogía entre cientos de hilos, unos de seda y otros de algodón los colores de los tapices y ellos se encargaban  de torcer, entretejer y cortar aquellas madejas hasta formar adornos preciosos que daban el llamado terminado oriental a cortinajes, sillas, manteles y sillones.

    Decía el presidente López Mateos que el mexicano que no tenga un amigo libanés, que lo busque..Así que la vida social entre los líbaneses es muy activa, durante la semana en la ciudad de Beirut, y durante sábados y domingos o días festivos en las casas de la montaña, agasajándose con sendos comelitones en donde pulen hasta el más mínimo detalle. La clase económicamente alta usa los clubes y restaurantes de lujo, las clases medias sus casas en la casa de la montaña y los de menos recursos simplemente cocinan las mujeres días y días para ofrecer a los amigos sus platos más elaborados. En el invierno, durante las cenas formales,  todas las mujeres visten siempre de negro como en las viejas culturas mediterráneas. El festejo consiste en llegar al recinto escogido tomar un aperitivo y conversar de nimiedades, pasar a la mesa, degustar los platillos  bien preparados, deleitarse con los postres, el café y al terminar la taza cada quien para su casa. De esa manera se evitan las conversaciones imprudentes y peligrosas con los extranjeros.

    El libanés es muy receloso de la crítica del extranjero, por lo que el recién llegado debe hacer un esfuerzo por conocer de primera mano la historia reciente de la República para evitar cometer errores. Cuando reabrimos la Embajada de México que se había clausurado durante la guerra civil, hubo necesidad de contratar un maestro joven que conocía muy bien tanto a México, como al Líbano para que nosotros profundizáramos en  la historia reciente y contemporánea del Líbano. Fueron relatos fascinantes por la diversidad y lo sui generis de todos los personajes. Conocer los acontecimientos  de Beirut fue una delicia en boca de Nabil Seeman, en aquellas épocas un joven culto que con orgullo y amor por su Patria, nos explicaba con paciencia lo que había sido la intervención de los vecinos en la vida interna del Líbano, el rol de las falanges de las diversas religiones, el abandono de Occidente, y la  terquedad de los libaneses que al  día siguiente de los bombardeos salían a reconstruir sus casas y sus tiendas. Nabil había sido en  aquellas épocas corresponsal de Jacobo Zabludovsky y había vivido con intensidad los famosos eventos.

    Tal vez podemos ahora decir que Líbano nos dio una perspectiva del mundo diferente y que nos marcó para siempre como familia. Los temas de nuestra estancia allá pueden parecer interminables porque así es la historia de esas tierras por donde Jesucristo anduvo, y donde antes imperó la amistad de hermanos entre el rey Salomón de Israel y el rey Hiram de Tiro, al extremo que este último proporcionó la madera de cedro para la construcción del gran tempo de los hebreos a su Dios Jehová, que también es el Dios de Occidente y el Allah de los musulmanes. Roguemos porque la paz vuelva a imperar entre ellos y también entre nosotros.

 

 

 

 

Comentarios

  1. Ernesto Félix Vaal 03 de Abril de 2017 a las 09:16

    Maravillosa cultura, envidiables experiencias y recuerdos imborrables. Saludos y felicitaciones.

  2. Lili Bolívar 18 de Abril de 2017 a las 07:59

    Muchas gracias Ernesto! Es para nosotros un honor que a alguien le guste compartir nuestras experiencias! Ojalá y sigas leyendo este blog.

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