El DOCTOR LUIS FERNANDO BOLÍVAR TERRAZAS
Mi papá
Escribo esta narrativa con todo mi cariño y admiración.
Dedico esta semblanza, con especial cariño a mi mamá Lilia Sánchez de Bolívar.
Con estas palabras pretendo que mis hijos y mis nietos, mis hermanos, mis tíos, mis primos, mis sobrinos y mis sobrinos-nietos tengan siempre presente su memoria , y que procuren que su legado no lo borre el tiempo.
Reflexionar acerca de la historia personal de tu padre, es algo muy estimulante porque revive sentimientos profundos y da sentido a una variedad de experiencias ocurridas en el pasado. Es fuerza, es ir a nuestro origen, es ahondar en nuestras raíces, en nuestro pasado.
Es provechoso analizar lo que nos ha motivado a vivir, y enumerar los valores en que crecimos y que siguen vigentes en nuestra vida. Provengo de un hombre idealista y soñador, que se formó en el México postrevolucionario. Un hombre democrático que creía en el ser humano. Un juarista que soñó y luchó por un México en donde todos los mexicanos pudieran vivir en armonía y paz. Anheló para México, su país, la justicia y la igualdad indiscriminadas. Incursionó en la Masonería y murió profundamente católico.
Fue el hombre libre al que nunca doblegó la perversión de los conceptos, ni la debilidad de los otros, lo cual le permitió caminar siempre hacia delante, y con la frente en alto. Una persona realista y franca que, en forma cortés, llamaba al pan, pan, y al vino, vino.
Nació en 1924, un martes primero de abril de un año bisiesto, en plena primavera, y tal vez en un día lluvioso o quizá muy soleado. Siempre se aferró a decir que era del Estado de México, al que lo ligaban muchas cosas. Decía como la canción: ¡Soy mexicano dos veces y doble honor! Pero la capital del país, era su ciudad favorita, era ahí donde se movía como pez en el agua. La conocía a profundidad, pese a que después del terremoto de 1985 le generaba cierto desasosiego y temor.
Recuerdo que cuando compramos nuestro departamento en la Condesa, expresó: ¿Cómo hija? Si, el D.F. es una ciudad en extinción. Estoy segura que si hoy día la viera con sus arboledas y parques, su grandísima variedad gastronómica y su intensa actividad cultural, estaría más que fascinado. Era un hombre de gran ciudad, y un sibarita al que le gustaba vivir lo bueno de la vida, y olvidar lo fastidioso. Su actitud, de pocas palabras, era muy positiva y entusiasta. Se ajustaba al cambio y se regocijaba con la modernidad.
El año de 1924, fecha de su nacimiento, fue un año fecundo para México y de grandes sucesos en el mundo. Lenin, que había sido el autor del primer Estado marxista-leninista, terminó su vida en ese año; los invasores británicos en la India liberaban de la prisión a Ghandi; los Estados Unidos decretaban, 24 kms. por hora como la velocidad máxima para los automóviles. Adolfo Hitler era condenado a cinco años de prisión por alta traición a su Patria. En Perú, el intelectual y político exilado en México, Víctor Raúl Haya de la Torre, fundaba el APRA, partido que con el correr de los años se convertiría en la gran fuerza política que llevó dos veces a la Presidencia de la República del Perú, a Alan García. Uruguay celebraba su triunfo al obtener la Copa América y se repetía como campeón de futbol soccer. Plutarco Elías Calles alcanzaba la presidencia de México y Pablo Neruda publicaba sus 20 Poemas de Amor y una Canción Desesperada. En 1924 también nació el gran artista de cine holiwoodense Marlon Brandon; y el británico Charles Chaplin estrenaba su película La Quimera de Oro, mientras que París era la sede en ese año, de la VIII Olimpiada.
SU NIÑEZ Y JUVENTUD
Mi padre estudió la Primaria en la Escuela Emiliano Zapata de la ciudad de México y la Secundaria cerca de donde vivían, por la Villa de Guadalupe. Asistía diariamente a la escuela con su hermano mayor, Alfonso. Ambos fueron alumnos y profesionistas destacados: uno médico gineco-obstetra y el otro ingeniero civil. Su madre era maestra y su abuela directora de una escuela. Por lo que nos contaban, deben haber sido mujeres admirables y de gran carácter. Mi abuela Carmen Terrazas Zamacona que debe haber nacido a finales del siglo XIX ya manejaba su propio carro y escribió un libro de cocina mexicana. Fabricaba y vendía un rompope que se llamaba Marlene, nombre de su hija mujer.
De su madre, conservaba costumbres muy arraigadas y las practicaba con seguridad y perseverancia. Nunca faltamos un día último del año a la iglesia católica. Su mamá les había enseñado que ese día era para que la familia diera gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas. Los niños celebrábamos que en ese día todos estrenábamos ropa, de pies a cabeza, como símbolo de renovación y ¡de buena suerte! Después regresábamos a casa y todos juntos esperábamos la medianoche, para comer las 12 uvas, y darnos un abrazo al recibir el nuevo año.
Cuando yo ingresé a la Secundaria, en el Liceo Franco-Mexicano resultó que su director, el profesor Eusebio García Briseño, había sido también maestro de mi padre y, el primer día al pasar lista, oyó mi apellido y me preguntó: ¿Eres hija de Alfonso o de Fernando? A partir de ese momento, durante sus clases algo recordaba de aquellos tiempos pasados, y me hacía referencia a lo que pensaba o hacía mi papá en su época. Lo admiraba y elogiaba sus éxitos. Se le invitaba a las ceremonias de fin de año, en las cuales mi padre hacía hermosos discursos a los que no les faltaba el tinte político. Nunca olvido las palabras finales del discurso de mi padre cuando terminé secundaria. Al hacer referencia a nuestro país, resaltaba la importancia de ser leales a México y de la de ser buenos estudiantes y mejores ciudadanos. Un día dijo: México está muy lejos de ser un botín para ambiciosos o un pedestal para soberbios. Frase que seguramente recordaba a alguno de nuestros héroes y que a mí me quedó grabada para siempre.
La vida de mi padre no fue muy larga, pero fue fecunda. Vivió solamente 74 años. La época que siempre estuvo presente a lo largo de su vida, era su etapa en la UNAM y se refería a ella con gran orgullo, la llamaba su Alma Mater. Mi padre cursó su bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria No. 1, ubicado precisamente en el centro histórico de la ciudad de México, en el corazón de la Patria. Ya para esos años había muerto su madre y vivían por las calles del centro histórico con mi abuelo Ángel Bolívar Daniel. Don Ángel trabajaba por las mañanas en la Secretaría de Economía y, en las tardes, en el Telégrafo Nacional. Mi abuelo fue un hombre que dio ejemplo a toda una familia. No hay nieto, ni bisnieto que no lo recuerde como el pilar más sólido de nuestra ascendencia.
En 1942, el Güero Bolívar, como le llamaron siempre sus amigos cercanos, inició la carrera de médico en la Facultad de Medicina de la UNAM, que se ubicaba en las calles de Santo Domingo. Tenía apenas 18 años pero, a pesar de su juventud, vivió intensamente la vida universitaria, que lo marcó muy positivamente. Ahí se forjaron sus ideales, se elaboraron sus sueños, y luchó por los valores más puros; tales como los de la defensa de la autonomía de la UNAM. Ahí se formó como médico, ahí hizo equipo con los más brillantes profesionales de México. Su generación se lo reconoció, y la Sociedad de Alumnos de Medicina, lo eligió su presidente, naciendo así su vocación por la Política.
SU MATRIMONIO
En 1945, cuando apenas tenía 21 años, un día conoció a una joven recién llegada de Tampico, Tamaulipas: Lilia Sánchez Cabrera, la compañera de toda su vida. La encontró en la casa de uno de sus amigos de la escuela. Desde el primer momento que cruzaron sus miradas, los dos supieron que el azar había definido su destino. Ella era casi una niña, tenía 16 años pero su mirada era dulce y su corazón andaba buscando a la pareja de su vida. Inmediatamente se pusieron de acuerdo para encontrarse y platicar. Todos los días la iba a recoger a Lerdo Chiquito, mueblería en dónde ella hacía la contabilidad. La decisión de casarse no tardó y el 8 de mayo de 1946 unieron sus vidas en la Iglesia de San Hipólito.
A partir de aquel momento todos sus sueños y luchas ya no fueron de uno ¡Sino de dos! Ella siempre compartió sus anhelos y lo alentó a realizar todo lo que emprendía. Siempre hubo admiración y reconocimiento mutuo. Pronto su amor comenzó a dar frutos y la familia empezó a crecer.
Para mi papá la familia era muy importante. Siempre respetó a su padre y honró la memoria de su madre. Ella murió cuando él tenía 15 años. Sus hermanos siempre estuvieron muy cerca de su corazón. Con Carlos discutía la política nacional y cuando lo quería aconsejar le decía: Carlos cómo me vas a enseñar a mí lo que es la política. Fueron excelentes hermanos. Mi papá siempre quiso mucho a su cuñada, la esposa de Carlos. Decía: Nadie sabe cocinar mejor que Quika. Marlene fue su única hermana, su cómplice y su amiga inseparable hasta el día de su muerte
En septiembre de 1947 inició su servicio social en Las Varas, Nayarit. Se recibió en 1948 como Médico Cirujano y Partero con una tesis basada en una investigación que realizó mediante una campaña sanitaria para combatir y erradicar el paludismo en aquella zona geográfica. Sus sinodales fueron los doctores Raoul Fournier, Norberto Treviño Zapata y Rafael Martínez Zamudio. Obtuvo Mención Honorífica.
SU VIDA LABORAL
A fines de 1948, comenzó su vida laboral y trabajó como médico en una Brigada de localización en Santa Lucía, Sinaloa. Ahí se construía la carretera Mazatlán-Durango y de ese lugar partió hacia El Capomo, Nayarit, región que ya él conocía, y decide ir a ese pueblo a adquirir experiencia y, de paso, juntar algo de dinero con su trabajo profesional.
A principios de 1949, mi mamá, mi hermana Yolanda y yo, lo acompañamos en su aventura. El pueblo se ubicaba en una zona inhóspita y peligrosa por sus condiciones ambientales y de salud. Mi mamá también tenía espíritu aventurero así que hicimos nuestras maletas y nos lanzamos a la conquista del Trópico.
Estuvimos a su lado unos meses mientras llegaba la estación de lluvias, en que las inundaciones cerraban los caminos y hacían la vida muy peligrosa. Yo tenía casi dos años y mi hermana Yolanda 40 días de nacida; así que la familia no estaba en condiciones de arriesgarse, exponiéndose a las inclemencias del tiempo. En mayo de ese año decidimos salir de Nayarit e ir, los 4, a celebrar el día de las madres con mi abuelita Eloísa, a Tampico.
El siguiente paso fue dejar la costa nayarita para vivir una temporada en Compostela, Nayarit a donde mi padre estableció su consultorio e hizo grandes amistades. Nunca he olvidado el nombre de uno de sus grandes amigos, Juan Gradilla, a quien no recuerdo físicamente, sino por las historias que mi padre contaba.
El consultorio de mi papá, permitió ahorrar un poco de dinero para el siguiente paso. En esa época Gilberto Flores Muñoz, gobernador de Nayarit, otorgó a mi padre una beca para hacer su internado en la ciudad de Phoenix, Arizona, en los Estados Unidos.
Con el diploma en mano que acreditaba su especialización en Gineco-Obstetricia por el Memorial Hospital de Phoenix; regresó a México en septiembre de 1952 en el fragor de la campaña política del presidente Adolfo Ruiz Cortines. Al poco tiempo, el doctor Norberto Treviño Zapata, jefe de los Servicios Médicos de la Secretaría de Comunicaciones, nombró a mi papá, en la zona del noroeste del país con sede en Hermosillo, Sonora.
Ahí vivimos 5 años. En esa capital norteña nacieron mis 3 hermanas chicas, Patricia, Susana y María Dolores. Ahí ejerció mi papá al cien por ciento sus conocimientos profesionales; sin escatimar tiempo ni horarios. Vivió consagrado a su crecimiento como médico y a entregarse en cuerpo y alma a todo aquel que requería de sus servicios. Compró una Maternidad a la que llamó Monserrat en honor de la virgen patrona de los médicos. No abandonó sus inquietudes políticas, y muy pronto convenció a todos los médicos de Sonora de la importancia de estar unidos en torno a su profesión. Al poco tiempo, lo eligieron presidente de la Asociación Médica de Hermosillo.
SU PRIMER DESENCANTO
A finales de 1956 llegó de la capital de la República un amigo suyo, el Dr. Manuel Moreno Islas, a establecer, por mandato del presidente de la República, el Seguro Social en Sonora y, lo que pudo ser un gran logro y un paso adelante en el desarrollo del Estado, se convirtió en desventaja para los médicos sonorenses creando un gran descontento e inconformidad.
El IMSS llegaba a abrir sus puertas sin tomar en cuenta las condiciones en que trabajaban los médicos de la entidad. Los salarios que el Instituto ofrecía eran muy por debajo de lo que ganaba un médico en su jornada diaria. Los funcionarios se cerraron a la negociación, así que no fue posible llegar a acuerdos entre los médicos y la naciente Institución. Era la época de las imposiciones, y del temor al diálogo.
Ante esa actitud de intolerancia, mi padre encabezó el primer movimiento médico nacional, como un movimiento de protesta que reclamaba al gobierno federal tomar en cuenta la situación salarial de los médicos locales. También querían que el IMSS diera prioridad los médicos locales, sobre los que después llegarían, en detrimento económico de los propios médicos de Hermosillo. En un principio los médicos unidos lucharon por varios meses hasta que Antonio Ortiz Mena, director general del IMSS, solicitó que una comisión de los médicos fuera a la ciudad de México, para allá tratar el problema. Sin negociación previa, ni entendimiento alguno el funcionario le dijo a mi papá en tono amenazador: Doctor Bolívar esto es un bulldozer que va a arrollar al que se ponga enfrente. Acepte usted lo que le estamos ofreciendo. Sin pensar un solo momento les contestó. No señores yo vine a defender la bandera del médico mexicano frente a sus instituciones y por nada los traicionaré. Le aseguro que aun perdiendo voy ganando ¡Soy de los que no dan a cambio su integridad!
La desilusión del grupo de médicos que fue a negociar con mi padre a la cabeza, fue infinita. Ese era el Estado Mexicano. Un hombre humanista a quien lo movía solamente el deseo de servir y de dar lo mejor a los demás, no entendía los métodos autoritarios para instalar una organización como el Seguro Social, con métodos de aplanadora bajos salarios, y con políticas injustas y antidemocráticas.
Afortunadamente en esos días el Partido Revolucionario Institucional (PRI) había lanzado como su candidato al gobierno del Estado de México, al doctor Gustavo Baz Prada, el mentor de mi padre en la Universidad. Mi padre aprovechó el viaje a México para felicitar a don Gustavo, como él lo llamó siempre, por la nominación de la que lo habían hecho objeto. El Dr. Baz lo invitó a trabajar en su equipo. Pronto mi padre se repuso, y como siempre decía: En la vida se pierde y se gana. ¡Así que adelante!
Regresó a Hermosillo solamente a hacer maletas y finiquitar lo que ahí había hecho. Con la sorpresa de mi mamá, ella y sus cinco hijas, todas con varicela, tomaron la carretera de regreso a la ciudad de México. No cabe duda que ante la arbitrariedad, se mostraba siempre como un hombre de decisiones y de acciones intempestivas, si éstas se hacían necesarias como cuestión de principios.
Hermosillo le había significado un remanso de paz. Cinco años de crecer y fortalecerse en su práctica médica, en una ciudad sencilla en la cual la vida pasaba entre amigos. En esos tiempos, de vez en cuando llegaban caravanas de artistas a amenizar el ambiente. Ahí conocimos a Pedro Infante, a Paco Miller y a don Roque, a Kippy Casado y a Amalia Mendoza, La Tariácuri. Ahí también hizo amigos muy sinceros: el Dr. José María Licona, el Dr. José de Jesús Antillón y el Dr. Mario Grijalva Camou.
La sociedad sonorense era muy cerrada pero como él era un hombre muy seguro de sí mismo y sin complejo alguno, escaló inmediatamente y fue aceptado con cariño y admiración. Incluso impartía clases en la Escuela de Enfermería.
En la familia, a él le heredamos el amor por la Política. Recuerdo perfectamente aquellas tardes en que escuchaba a mi mamá y a mi papá, analizar la realidad nacional que a él afectaba. Salíamos en el carro, por las calles de Hermosillo a dar la vuelta, como ahí era costumbre. Mis padres, se solazaban en comentar todo lo que pasaba en materia de política mexicana. Sus sueños eran siempre ambiciosos, y más allá de lo imaginable en una ciudad tan alejada de los centros de poder nacional.
Mientras, yo escuchaba en silencio, pero muy atenta y pegadita al respaldo del sillón. Así, todas aquellas disquisiciones sobre personajes nacionales, empezaron a hacer que esos nombres me fueran familiares. Supe quién era Gustavo Baz Prada, Ignacio Chávez, Norberto Treviño Zapata, Ignacio Morones Prieto, Raoul Fournier, Salvador Zubirán, y Emilio Martínez Manatou. Es decir la casta política nacional de los médicos del país. Y de la que mi padre estaba absolutamente orgulloso porque no solamente eran brillantes como profesionistas, sino que eran reconocidos por su talento en todo Latinoamérica. Todos ellos eran médicos destacados, y también políticos entregados a México.
Qué manera maravillosa de enseñarle a un niño la realidad de su país ¡Hasta hoy lo aprecio en todo lo que vale!
LA VIDA POLITICA DE MI PADRE
La época en que fue elegido Presidente Municipal de Tlalnepantla, en el Estado de México, fue muy intensa y en equipo con el Estado, en donde la premisa fundamental del gobierno de don Gustavo Baz Prada era la soberanía del Municipio. Se ejercía una ideología de libertad y democracia, y el programa de trabajo puso especial énfasis en la Educación, la Salud y en el Trabajo. Tlalnepantla era la segunda ciudad industrial del país. Una ciudad media, con una comunidad pueblerina arraigada a sus costumbres y a su historia. Sin embargo, los tiempos habían cambiado, y Tlalnepantla era parte del anillo industrial que rodeaba a la capital. Había ahí empresas muy importantes como el consorcio Industrial (IEM) fabricante de electrodomésticos, entre otros más.
Mi padre hizo una campaña política muy exitosa. Era un hombre carismático que sabía granjearse el afecto y admiración de los demás. Logró armonizar a todas las fuerzas políticas y el resultado fueron tres años de Progreso y Buen Gobierno. En 1963 el Dr. Baz entregó el Estado al término de su mandato. Mi papá estuvo siempre a su lado apoyándole en su trabajo y entrega al desarrollo industrial y social del Estado de México.
El Doctor Bolívar siempre fue un hombre visionario y muy emprendedor. Tuvo ideas muy innovadoras, quiso comercializar unos cinturones para adelgazar y lo logró con éxito. Fue médico de corazón, razón por la que fundó un laboratorio de productos farmacéuticos para producir desinfectantes para hospitales. Ahí encontró estabilidad económica y progreso empresarial.
Fue un hombre que cultivó la amistad. Siempre mantuvo cerca a sus compañeros médicos. Durante su carrera en la UNAM, creó con su gran amigo, el médico coahuilense Francisco Galindo Chávez un grupo al que llamaron Los 21. Eran veintiún estudiantes de Medicina que compartían ideales y aspiraciones. Años después de haber terminado la Universidad se reunían periódicamente a discutir cómo arreglar México y a la clase médica, como siempre se referían a ella.
LOS GOLPES DEL DESTINO
A mediados de los 60´s un accidente familiar dio un golpe mortal a sus expectativas. Nunca olvido que al día siguiente del accidente de mi hermana Susana en el cual ella perdió la vista, estando mi padre y yo tomando un café frente al Hospital General del IMSS, me dijo con lágrimas en los ojos: Hija ¡Esto cambia el rumbo de nuestra vida! Hoy tenemos un problema muy serio, mañana tendremos ocho!
Y así fue… a partir de aquel día infausto todos llevamos una daga clavada en el centro del corazón. Ya nada volvió a ser igual que antes.
Hasta aquel día fuimos una familia feliz, compuesta por cinco mujeres y un hombre: Lili, Yolanda, Patricia, Susana, María Dolores y Luis Fernando. No obstante, la vida seguía, a pesar de la adversidad. Años luchamos por la rehabilitación de mi hermana y hasta la fecha, nunca encontramos la solución. No hubo nada qué hacer.
Como familia vivimos momentos de gran angustia y preocupación. Un médico suizo que vino a México a operar al presidente López Mateos, auscultó a Susana y le dijo a mi papá: Doctor ya no le de vueltas al diagnóstico. Esto es indudablemente una intoxicación por monóxido de carbono. El daño cerebral es irreversible, solamente queda rehabilitarla para darle la mejor calidad a su vida. Acuérdese que las células del cerebro no se regeneran.
A partir de aquellos momentos, no quedó más que ocuparnos de la rehabilitación de Susana ya sin la esperanza de que su vida volviera a la normalidad. La marca indeleble de la adversidad y el dolor de lo irremediable, marcó para siempre a todos en nuestra vida familiar.
La última ilusión política que tuvo mi papá fue la llegada de Luis Echeverría a la presidencia de la República. Éramos una familia muy cercana a los Echeverría-Zuno, tal vez por ello las ilusiones se fueron al cielo. Sin embargo, pronto la caída fue estrepitosa ya que mi papá no fue tomado en cuenta por el nuevo gobierno. Ante este hecho, no hubo espera y muy pronto la familia completa emigró a Ensenada/Tijuana convencidos de que el destino nunca se equivoca y que si el camino empezó a llenarse de obstáculos era porque, nuestro futuro no pasaba por ese camino.
El 1º. de febrero de 1971 mi papá estaba llegando ya a Tijuana, B.C. con planes independientes y con nuevos horizontes. Dejamos atrás un pasado que no llegó a su fin y, con renovados bríos, comenzamos a edificar una nueva etapa en la vida de todos nosotros. La experiencia nos mostró que lo importante no es la caída, sin el cómo saber levantarse. Y que Dios siempre ha estado a nuestro lado.
LA FAMILIA
Los 25 años siguientes fueron de ir y venir. Mi padre trabajó en algunas oficinas burocráticas, amigos cercanos lo invitaron a sus proyectos inmobiliarios. Pero lo más satisfactorio a partir de esos años, fue disfrutar el desarrollo y avances de sus hijos en materia profesional.
Disfrutaba paso a paso cuando platicábamos de mi trabajo en Notimex y en la subsecretaría de Radiodifusión. Admiraba la participación de Yolanda como traductora oficial de la señora María Esther Zuno de Echeverría durante sus visitas oficiales a París. Celebraba, el trabajo de Patricia en el Consulado de México en San Diego y, después, en el Consulado General en París, de donde la trasladaron a la Delegación de México, en la oficina de UNESCO ahí mismo en París. Tampoco le pasaban desapercibidos, la inteligencia y amplia cultura de mi hermana menor María Dolores, que obtuvo su Doctorado en Estudios Culturales y Literatura, con especialidad en México y Teoría de la Crítica por la Universidad de California, en San Diego. (UCSD)
Yolanda y Patricia se casaron con dos franceses, Jacques Nicolas y Rene Raffray. Yo me casé con Edgardo Flores Rivas cónsul de México en San Diego. María Dolores se casó con un poeta sinaloense. Todos tuvimos hijos. Cecilia la primera nieta nació en 1972 cuando mi papá apenas tenía 48 años, muy joven para ser abuelo.
A partir de aquellos años lo importante fue la vida familiar. Fernando, mi hermano era todavía muy chico, llegó a San Diego a los 9 años; ahí terminó la Primaria. Era el hombre de la familia y el mayor orgullo de mi papá. Decía sin tapujo alguno me voy a ocupar de la Educación de mi hijo, al fin mis hijas ya están grandes. y así lo hizo. Todos los fines de semana desde muy temprano se iban a jugar golf. Lo acompañaba a sus partidos de futbol soccer y de béisbol. ¡Fueron amigos inseparables hasta su muerte!
Mi papá era un hombre serio, de pocas palabras. ¡Un gran observador! Era claro en su pensamiento y muy respetuoso con los que lo rodearon. Era un hombre justo sin prejuicios sociales, lo mismo era amigo del presidente de la República que del chofer de su automóvil. Ayudaba a todo el que se lo pedía. Contagiaba su entusiasmo. Siempre positivo. Buscaba gente buena para rodearse de ellos. Le gustaba compartir con nosotros sus experiencias. Yo guardo 2 cartas hermosas que me escribió en algunos de sus viajes.
Fue un abuelo extraordinario tuvo la oportunidad de disfrutar a todos sus nietos. Nunca se refirió a ellos con autoridad, siempre fue amigo de todos. Le gustaba que sus nietas fueran cariñosas y solícitas con él. Todas le hacían favores, le llevaban las pantuflas hasta su sillón, le ofrecían las botanas que tanto le gustaban.
Respetaba mucho a las mujeres de su familia, pero consideraba que la mujer debía atender al hombre. Nunca habló de inferioridad, pero a mi mamá le decía cuando ella con entusiasmo nos llevaba y nos traía a la universidad: Las vas a perjudicar, luego no van a encontrar marido.
Nunca me olvido de un día en que Cecilia, su nieta mayor, tuvo que decirle: abuelito pídeme todo lo que quieras junto, porque éste es el último favor que te hago. Y Fernanda se solidarizaba con todas las nietas cuando mi papá sacaba su casta machista. Su nieto Luis Edgardo, durante su infancia acompañaba a su abuelo a los toros y a las carreras de caballos. Sus nietos franceses eran su gran orgullo. A Lilia Cristina y a Gustavo los fue a visitar a Phoenix en su último viaje. Daniel fue su compañero inseparable. A todos los llevaba en el corazón.
Le gustaban mucho las corridas de toros, conocía a fondo la fiesta brava. Cuando nos visitó en Perú disfrutó como nadie el ambiente taurino que ahí se vivía. Le gustaban los buenos whiskies pero nunca perdía la compostura. Era un hombre refinado en su trato con los demás. Era apasionado de la música mexicana y su cantante favorita siempre fue Irma Serrano. Le gustaba la bohemia y decía que la política mexicana de sus años se hacía en las cantinas.
En la mesa era un gourmet para comer y la parranda siempre le pareció atractiva. Era espléndido cuando de diversión se trataba. Me acuerdo cuando nos llevaba a Gitanerías a ver y oír a Lola Flores, Juan Legido y a sus caracolas. Le gustaba mucho el cante jondo! Tenía en el bar de la casa una colección de muñecas españolas que había comprado en uno de sus viajes por Andalucía.
Frecuentemente íbamos a Apache 14 a escuchar a Lolita de la Colina, la prima hermana de mi mamá, cuando Lolita acompañaba en el show a Carmela y Rafael. Le gustaba jugar cartas y dominó. Disfrutaba ver televisión y lo primero que hacía en las mañanas era leer el periódico.
Cavilaba siempre, ideando cosas nuevas, cómo hacer nuevos proyectos y que estos le funcionaran. Vivió pensando que el éxito y la felicidad estaban a la vuelta de la esquina y que llegaban de un momento a otro. Compró billetes de lotería hasta el último día de su vida. Nunca perdió el entusiasmo ni el encanto de vivir.
Viajó por todo Estados Unidos y Europa. Cuba y Haití le gustaron muchísimo sobretodo su gente. Tenía una anécdota muy interesante de uno de sus viajes a Puerto Príncipe: Estaba en el bar del hotel cuando una joven pasó cerca de él coqueteándole y le sacó la cartera de la bolsa. Él lo sintió y salió corriendo detrás de ella pero la joven desapareció en la obscuridad de la noche. El viaje se les frustró porque ya sin dinero tuvieron que regresar a México inmediatamente. A la semana siguiente ante el asombro de todos llegó la cartera con todo el dinero que guardaba. El cónsul Carlos Troyo Contreras había sacado solamente lo necesario para el envío y hasta las monedas restantes llegaron pegadas a un cartoncito. Eran tiempos en que México podía enorgullecerse de la honestidad y la cabalidad de sus diplomáticos de carrera.
Le encantaban los Alpes suizos porque ahí tenía a un amigo de mi tío Alfonso que visitaba. Conoció España de punta a punta. Recorrió Francia con sus hijas Patricia y Yolanda. También con nosotros pasó temporadas en Lima y Managua. Disfrutó como nadie su viaje a Machu Pichu y a la Costa Atlántica nicaragüense. El pisco sour para él era una delicia y la cuba libre era la mejor compañera de sus fiestas.
Mi hermano Fernando se casó con Ana, española de Galicia, y mi papá la quiso como a otra hija. Decidió ir a morir al lado de ellos. A los 70 años le diagnosticaron un cáncer avanzado de próstata y decidió no hacerse ningún tratamiento. Me decía: Hija soy médico y se que ya no hay remedio. Prefiero vivir mis últimos años a plenitud ¡Así lo hizo!
Murió hace 19 años rodeado del cariño de su familia. Hasta sus últimos momentos nos dio muestras de madurez. Me acuerdo cuando nos dijo a Patricia y a mí: Estén tranquilas son épocas de construir no de dividir. Estamos en tiempos de limar asperezas, nos repetía a todos. Sus últimos días fueron en Boston, en la casa de Ana y Fernando. Hasta ahí llegamos todos, hijos, nietos, hermanos y mi mamá que le dio el último adiós diciéndole a mí me tocó despedirte a ti te tocará darme la bienvenida. Sus cenizas descansan en un lindo lugar de la ciudad de México que tanto le gustó.
Invitó a todos ustedes a escribir aquellos recuerdos y percepciones que sirvan para completar la vida de este gran ser humano.
Ciertamente dulces recuerdos nos inspira tu relato a más de compartir al personaje inolvidable que fue nuestro querido Papi!!! Dicen que me parezco a él, que privilegio espero, no sea solo en lo físico sino también en lo inteligente y Sabio, pero sobre todo en su gran amor por la familia... Gracias por que así como yo él estaría orgulloso de ver que desde tu sitio de hermana mayor nos mantienes a todos unidos en el recuerdo como a él le habría gustado que fuera!!!
Que escribes muy bien no es sorpresa ni halago,es solamente la verdad. Que es un placer leer tu relato es otra realidad. Que afortunada fuiste de tener a un padre que con su ejemplo te enseñó tanto y con su cariño guio tus pasos hacia tu propia felicidad familiar. Te felicito por todos tus logros y talento. Feliz Día de las Madres.
Que bello Lilí, el amor por él y tu familia, sale y se siente en cada nota que describes a tu padre, felicidades!
Acabo de leer gran parte de la vida de Fernando Bolivar Sr.Tu papá Lili,mi primo político,el esposo de mi prima Lilia.Quien lo conoció seguramente disfrutó intensamente tu relato maravilloso.Es verdad...lo llamábamos “el guero Bolivar”o simplemente Fernando o Fer. Gracias por lo que nos cuentas. Cuando lo recordamos es porque algo nos unió a él,su generosidad, su simpatía,su alegria de vivir,su amor a la familia.Como tú señalas recuerdo cuando iban al Apache 14, y yo trabajaba con Carmela y Rafael,en otros momentos todos ustedes me acompañaban a recibir premios...y más.Yo los visitaba en Tlalnepantla y en el Pedregal,después me fui a Puerto Rico en donde viví por casi diez años,así que perdí contacto con el famoso “Guero”después por mi papá me enteré de su fallecimiento.Mas tarde me comuniqué con tu mamá,justo cuando me instalé en Miami.Hasta hoy seguimos unidas telefónicamente.( la familia siempre se busca) porque ahora es mucho el cariño que me une a ustedes y al recuerdo imborrable de tu papá.
Muchas gracias Lolita por tus palabras! Mi papi siempre te quiso muchísimo y donde quiera que esté te debe seguir admirando. Yo también te quiero mucho prima.