MI HIJA FERNANDA

Siempre he estado muy orgullosa de mis dos hijos. Celebro sus éxitos y me gusta compartirlos. Verlos realizar sus sueños es algo inmensamente satisfactorio. Los dos son buenos, responsables y muy cercanos a Edgardo y a mí. Hablar de ellos, siempre, me conmueve. Los quiero con todo mi corazón. Image

MI HIJA FERNANDA

 

            Mi vida ha sido siempre andar de un lugar a otro. Me acostumbré a vivir esperando el traslado de mi papá. Un día llegaba sorpresivamente  y a los sesenta días estábamos en el nuevo destino. Llegué a la universidad, a  los veinte años. Asistí a nueve escuelas y  viví nueve mudanzas.

 

            A los ocho años de mi hijo, Nicolás, yo había vivido en la ciudad de México, Manhattan, Stamford, y El Paso. Llegar a una escuela y no hablar el idioma de todos los niños para mí era natural. Dice mi mamá, que era yo tan segura de mi misma que no solamente no me afectaba que los niños no entendieran  mi idioma, sino que si me pedían, los maestros, que dijera el discurso de fin de año, en italiano. Como me paraba me plantaba y recitaba a voz en cuello: Cari genitori, parenti e amici a nomi di tutti i bambini de la Madonna de la Grazie…

 

            Hoy que soy madre y directora de una escuela, me cuesta más trabajo tomar decisiones. Era hora de  mandar a mis hijos a las clases presenciales, luego de meses de estar recluídos por el COVID. No me animaba, me asediaba la angustia de estar exponiéndolos a la enfermedad.

 

 Rumbo a mi casa, sonó mi celular,  era mi jefa directa.

            -¿Ya te vas?  Escucho.

            -Voy en el freeway; le llamo en cuanto llegue.  

-Quisiera platicar contigo una idea. Me dijo

Me fui con la duda todo el camino. Ya en casa no aguanté la curiosidad y le llamé.

           Me cuenta que había platicado con la jefa  de ella.  Ambas coincidían en que yo estaba ni mandada a hacer para el nuevo proyecto del Distrito Escolar, directora de una High School para migrantes recien llegados de origen hispano; un proyecto inédito,  muy importante para nuestro distrito escolar.

 

            Sentí curiosidad, me entusismó el ascenso y, sobre todo, el reconocimiento. Era una oferta tentadora, un paso adelante. Podría ayudar a jóvenes indocumentados que por no dominar el idioma ven frustrados sus anhelos. Recordé el sueño de toda mi vida.

           

            Me oí decir, “no tengo experiencia con jóvenes”.

Lo que necesitamos es tu compromiso, tus conocimientos, la experiencia que tienes con estos grupos de inmigrantes latinoamericanos. Y agregó, se trata de un proyecto en donde vas a tener toda la libertad para formular los programas de estudio, las medidas disciplinarias y hasta la ubicación del inmueble. Date el tiempo que necesites,  estoy segura de que tendrás éxito.

 

            Como en película, vi pasar mi vida. Era yo muy niña cuando decidí estudiar para maestra. A mi papá nunca le gustó del todo. Si se tocaba el tema objetaba una u otra cosa. Yo escuchaba, a sabiendas de que no iba a desistir. A pesar de su insistencia, mi padre nunca logró convencerme.

 

          Cursé de kinder a tercer año, en Estados Unidos, en inglés. En cuarto año, en la ciudad de México, tuve dificultades en Lectura, Casi me vuelvo loca cuando el primer día de clase me dicta la maestra, Tenochtitlán y Moctezuma Ilhuicamina. Rápido me puse al corriente. Conocimos a una especialista en dislexias, enseñanza que me fue de gran utilidad.  Íbamos mi hermano y yo todas las tardes a practicar técnicas para mejorar la comprensión de lectura.

 

           A finales del 89, cuando tenía 11 años, nombraron a mi papá embajador de México en Perú. Nuestra vida entró en una vorágine de cambios y nuevas realidades. Cambiar de casa se convirtió en algo más sofisticado; lujos, jardines, sirvientes, choferes, mayordomos, banquetes, recepciones. A la ilusión de conocer lo nuevo se sumaba la experiencia inédita en la familia de llegar a una embajada. No era dificil sentirse en casa, rodeados de gente buena. Así llegamos a vivir a Barranco, un barrio antiguo. Eramos vecinos de Mario Vargas Llosa, entonces candidato a presidente de Perú. Pudimos ver de cerca al autor de La Ciudad y los perros. Tomaron vida ante nuestros ojos, Olga, don Lucho, Patricia y las pláticas que de lecturas se volvieron anécdotas.

 

            El terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru) asfixiaba a toda la nación y el gobierno populista de Alan García dejaba al país en una crisis económica notable. Se respiraba un ambiente de inconformidad social, la residencia estaba siempre rodeada de guardias, unos de Vargas Llosa y otros de la embajada. Ahí me familiaricé con los nombres de los grandes terroristas peruanos, los perros, compañeros de los policías, se llamaban: Edith Lagos, Polay Campos y Abimael Guzmán. Mi hermano que siempre ha sido gran amigo de los perros pronto se adueñó de Edith y ella nos acompañaba a todas partes.

 

            En 4 años vivimos, en carne propia, un Golpe de Estado, toques de queda, salvoconductos, y asilados políticos. Aprendí mucho más de lo que hubiera leído en los libros. Fuimos al Liceo Naval y conocimos de cerca las estructuras políticas militares tan comunes en América del Sur.  Venían a nuestra realidad las historias literarias del Leoncio Prado de Vargas Llosa, su disciplina. Se incorporaron a nuestro lenguaje términos como capitán de navío y de corbeta. Ahí cursé de quinto a segundo de secundaria. Aprendí a bailar marineras norteñas y afroperuano. Nos deleitamos con los cortaditos en la Tiendecita Blanca. Los cebiches y los anticuchos pasaron  a ser la delicia de nuestros gustos culinarios. Lima fue la sede de mi fiesta de 15 años, de mis primeros bailes y chambelanes, de mis ilusiones amorosas.

 

            De Perú pasamos a Nicaragua. Dijimos adiós, a esa ciudad tan importante para nosotros, con tristeza en el alma. Salimos muy temprano en la mañana. Caía garúa y la neblina cerraba el horizonte. Llegando al aeropuerto había algarabía, todos los compañeros de la escuela habían venido a despedirnos y los encontramos cantándonos las golondrinas y tirando a volar papelitos de colores para decirnos adiós. Vi llorar a mi mamá todo el viaje hasta México y yo a su lado.

 

            La vida diplomática tiene muchas aristas. Aprendí a caer y levantar. A reinventarme cada tres o cuatro años. La gente en Managua era dura, contrastaba con la calidez del peruano. Tenían todavía muy reciente la sensación de la guerra sandinista, los saqueos, la violencia. Cuando llegamos a Nicaragua encabezaba el gobierno Violeta Barrios de Chamorro, de quien se decía que había logrado pacificar al país luego de años de lucha para erradicar la dictadura de Anastasio Somoza. Muchos de mis compañeros de banca, entonces adolescentes todos, habían nacido en la montaña, Edén Pastora, Mariana Ortega e Israel Lewites.

 

           Entré al Colegio Centroamérica con una pléyade de jesuitas progresistas y rebeldes.  Formadores revolucionarios comprometidos con la juventud centroamericana, sin importarles la opinión del Papa y menos del Vaticano. Igual que en Lima se vivía un mundo de escaseces y carencias. No había qué comprar. La ropa nos la cosía una costurera rusa que había llegado a Managua casada con un estudiante que había regresado después de la revolución. Hacían unas blusas bordadas preciosas en telas de lino que llegaban del Oriente.

 

            En Centroamérica las clases terminaban en diciembre así que como cambiaron a mi papá antes de terminar el año, mi hermano y yo, nos tuvimos que quedar acompañados de una empleada mexicana que ya quería regresar a México y que estuvo dispuesta a vivir con nosotros, de agosto a diciembre, mientras terminábamos  el ciclo escolar.

 

            Yo estaba lista ya, para realizar mi sueño de la infancia de hacer de la educación de los niños y adolescentes mi carrera profesional. El Rector del Colegio Centroamérica cuando supo que nos íbamos de Nicaragua me dijo, Estás ante la oportunidad más grande que muchos quisieran vivir…Tengo la obligación moral de decirte que te vayas con tus padres al Medio Oriente. La carrera puede esperar. Lo que vas a ver allá no se aprende en ninguna universidad. Vete a vivir y conocer ese mundo maravilloso. El más antiguo que existe”.  ¡Así fue!

 

            Beirut era una ciudad devastada por una guerra civil; los libaneses vivían separados por razones religiosas; un país diezmado por el éxodo de sus habitantes.  A lo largo de su historia, Líbano  solo ha sabido de guerra y destrucción. Pese a tanta violencia conocer los alrededores del Mediterráneo, Siria, Turquía, Jordania y Egipto fue inolvidable.

 

            En 1998 me fui a la ciudad de México para integrarme a la Universidad  Iberoamericana; en donde sufrí mi primer descalabro al no poder ingresar a la carrera de Educación por no haber suficiente matrícula. A contrapelo, escuchando el consejo de mi padre, opté por la carrera de Derecho. Mis sueños de niña de ser maestra no se concretaron pero logré mi Título Profesional y la satisfacción de haber terminado mis estudios.

 

En este ir y venir se fue asentando mi vida. Siempre con la  sensación de que algo quedaba pendiente. Trabajé en el Senado de la República y  en la Contraloría de la Federación. Conocí desde dentro la burocracia mexicana, me incorporé a la juventud universitaria de mi época y me integré a la ciudad de México como si nunca hubiera salido de ahí. 

 

Un día llegó a mi vida Aldine, un distrito escolar de la ciudad de Houston, Texas que iba a México en busca de jóvenes interesados en enseñar en escuelas primarias a niños migrantes que no hablan inglés. Oí la propuesta. Primero, enseñarlos  a leer y escribir en su idioma y, poco a poco, introducirlos al inglés. Cuidarlos de no perder su identidad, me pareció un método lógico y atractivo. Para integrarme al proyecto eran necesarios dos requisitos: hablar inglés y tener un título universitario.

 

            Durante dos años todas las tardes y los fines de semana tuve cursos de capacitación por parte de la Universidad  Iberoamericana y autoridades del Departamento de Educación del Estado de Texas. Cumplidos los requisitos académicos y de certificación de estudios fuimos a Monterrey a un mercado de trabajo organizado por Texas. Me contrató Aldine y así llegué a Houston hace 14 años.

 

            Desde el momento que llegué sabía que estaba recuperando el tiempo perdido y que mi sueño de dedicarme a la Educación tenía una nueva oportunidad. Comencé como ayudante de maestra. Me topé con un jefe excelente que creyó en mi vocación y me facilitó una serie de cursos que comencé a tomar. Muy pronto me inscribí en la Universidad de Saint Thomas y ahí cursé, con gran éxito, la maestría en Lectura.

 

            En poco tiempo, Aldine me ofreció ser subdirectora, un puesto de mucha más responsabilidad. Cumplí con el requisito de tres años en la subdirección, antes de ser directora. Estoy en el tercer año dirigiendo una escuela de más de 700 alumnos. Casi el 90% de origen mexicano.

 

            Desde que llegué a Aldine he dedicado todo mi tiempo y mi trabajo a enseñar a leer y a escribir a estos niños que no dominan bien la lengua que se habla en este país. Me he comprometido conmigo misma  a darles los instrumentos que necesitan. A orientarlos, a compartir mi camino y motivarlos con mis éxitos. Ellos también vienen a hacer realidad un sueño: Unos buscan vivir con dignidad y dejar atrás la violencia;  otros pretenden mejores condiciones de vida. Muchos para olvidar la pobreza y encontrar nuevas oportunidades. Pero todos con la tristeza de dejar atrás su país.

 

            Mi lucha no ha sido fácil. Mi sueño persiste. Revolotean dentro de mí imágenes de jóvenes buscando ser diferentes y exitosos: con ternura y empatía veo llegar a peruanos, nicaragüenses, mexicanos, hondureños, salvadoreños. Hace unos días la superintendente de Aldine, con bombos y platillos, me nombró directora del nuevo proyecto, Newcomers. Un reto más en mi camino.

 

 

Comentarios

  1. Elsa Cussianovich de Gamero. 15 de Enero de 2021 a las 10:43

    Me encantó leer toda la trayectoria de Fernanda, me parecía mentira que la jovencita que yo conocí cuando estuvo su papá de Embajador en Peru, había logrado tantos objetivos que la llevaron donde se encuentra ahora. Felicitaciones Fernanda, es una labor muy linda la que realizas con tanto empeño y amor. Yo entré a trabajar en la Embajada de Mexico, cuando tú papá era Embajador en Perú y es así como tuve la dicha de conocer a tu mami, tu hermanito y a ti, fueron años muy lindos y el recuerdo que dejaron ha sido inolvidable. Que sigan tus éxitos Fernanda.

  2. Sylvia Zenil de Meek. 16 de Enero de 2021 a las 02:34

    Qué bonito e interesante relato del recorrido de Fer. Y qué orgullo todo lo que ha logrado. La vida de los hijos de diplomáticos no es fácil. Algunos, como mi hija, alguna vez dijo que “no tenía caso hacer amigos pues en cuatro años los dejaremos”. Sin embargo dejan muy buenos amigos en todas las ciudades donde vivieron que hasta muchos años después siguen en contacto, y sus vidas se enriquecieron gracias a todas esas experiencias. Gracias Lili, tú y tu familia fueron una maravillosa parte de nuestras experiencias en el extranjero. Saludos cariñosos para todos.

  3. María Eugenia Terán 16 de Enero de 2021 a las 08:56

    Mi Lilí, que bella historia. Muy amena Fernanda para relatarla con tantos detalles, es igual que ustedes muy expresiva. Que orgullo para ustedes ver florecer a sus hijos, en todas estas experiencias que han vivido en las Embajadas. Los felicito a ustedes y a sus hijos por saber aprovechar esta riqueza de aprendizajes y oportunidades que les han brindado en su vida. Invaluable para tus hermoso nietos. Un abrazo mi Lilí para toda la familia con mucho cariño..!!

  4. Carolina Deleon 16 de Enero de 2021 a las 09:07

    Súper orgullosa de haber trabajado con usted, aún recuerdo el día que me entrevistó. Siempre a sido un ejemplo a seguir . Muchas felicidades en este nuevo proyecto. Y reiteró lo que le dije el día que nos despedimos en Carroll, espero un día escuchar que usted será la superintendente del distrito escolar. Me encantó aprender más de usted y sus experiencias y que logró cumplir su sueño de trabajar en educación. Un abrazo y bendiciones.

  5. Selene Millán 17 de Enero de 2021 a las 10:06

    Si bien conocía la historia de propia voz, me llenó de emoción, orgullo y nostalgia leerla, fue como volver a escuchar a Fer, nuestras charlas interminables y siempre tan elocuente. Me siento muy feliz de que haya cumplido sus sueños, porque me consta que luchó por ellos. Un abrazo a ambas!

  6. Gabriella Ramírez Campuzano 17 de Enero de 2021 a las 11:52

    Muchas felicidades Fernanda ! Me encantó leer tu historia ! Tu vocación y dedicación tiene un impacto enorme en la vida de muchos jóvenes . Soy amiga de tu mami , coincidí con ella en Washington y la admiro mucho

  7. Lourdes 21 de Enero de 2021 a las 04:31

    Felicidades Lilí, un relato muy ameno y deleitable. Muy interesantes las vivencias de Fernanda y sus logros obtenidos a que nunca desistió al llamando de su vocacion

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